En mi paseo matinal, al acercarme a un parque para juegos,
una niña de unos tres años se le ha caído un chupa chups que tenia en su boca;
se queda mirando al caramelo manchado de tierra imposible de recuperar,
comienza a sollozar, seguido de un fuerte grito, terminando con un agudo
chillido que repite una y otra vez con unas breves pausas entrecortadas para
tomar aire. Una mujer que está sentada en un banco de madera a la sombra, acude
rápida ante el alarmante y escandaloso lloriqueo de su hija, pregunta que le
pasa, la niña no responde, pero intensifica con más fuerza los gemidos que
llaman la atención de las personas que están por los alrededores, que vuelven la
cabeza y miran que es lo que le pasa a la pequeña. La madre al ver el caramelo
en el suelo se da cuenta de la situación y le dice que ya vale que no pasa nada,
que no tiene importancia; la criatura no solo no cesa sino que agudiza mas sus
sentidos gemidos (imaginaros la potencia de unos pulmones nuevos). La señora un
poco angustiada ante el alarmante y escandaloso lloriqueo, le repite una y otra
vez que calle, y al no obtener resultado y cada vez más alterada le grita ¡¿pero
eres tonta?! ¡Hay que ver como te pones por tan poca cosas!
¿Pequeña cosa una golosina para una tierna infante de tres
años?
No cabe duda de que un
dulce de agradable sabor que le da placer, satisfacción y bienestar, para ella,
es una "pequeña" gran cosa.
Si tienes hijos pequeños, sobrinos, nietos…